Jesse Owens era nieto de un esclavo de Alabama. Hijo de un granjero negro que se había trasladado a Ohio. Y de niño había trabajado en los campos de algodón.
Pero Jesse Owens era rápido. Saltaba muy lejos. Y le llamaban el Antílope de Ébano porque había sido capaz de batir cuatro récords mundiales de atletismo en un intervalo de setenta y cinco minutos.
Luz Long era alemán. Alto. Rubio. Proporcionado. La encarnación de los ideales del nazismo que exaltaban la superioridad de la raza aria. Porque Long también saltaba muy lejos. Pero no era nazi.