Abre los ojos. Col. 3. El sueño de McSorley

Abre los ojos

En el nuevo mundo del mañana, el que nos espera a la vuelta del confinamiento, es posible que nos vigile un pelotón de corona-detectives; sabuesos contratados para monitorizar nuestras conversaciones en redes sociales, para vigilar nuestros movimientos, ahora que recuperamos algo de nuestra antigua movilidad, y si tenemos síntomas del Covid-19, localizar a todos nuestros contactos y aislarlos. En España, este asunto no pasa todavía de ser una sombra lejana. Pero hay países como Singapur, ahora envuelto en un rebrote de la pandemia, que ya los utilizaron en marzo para contener el avance de la enfermedad. Y otros más cercanos, como Bélgica, uno de los más afectados de Europa, anunciaba hace quince días la contratación de dos mil rastreadores, doscientos en Bruselas, seiscientos en Valonia y mil doscientos en Flandes, para detectar a los enfermos durante la desescalada.

Una aplicación, además, emplearía los datos personales del usuario para controlar la propagación del virus, como ha ocurrido en China, en Corea del Sur y en la propia Singapur.

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