Los tres rayos de Ucedo
Mi madre me contó esta historia hace unos días, en uno de esos «filandones» telefónicos que tenemos -ella habla, yo pregunto- cuando se ha hecho de noche, me desconecto del teletrabajo, ceno un poco y antes de llamarla dedico un par de minutos a observar la ciudad aparentemente vacía al otro lado de la ventana, iluminada por la luz artificial del alumbrado.
Ocurrió en Ucedo, en la linde de La Cepeda con el Bierzo, en mitad del puerto de Manzanal. Y aunque les he dicho que es un relato, en realidad son tres historias unidas por el hilo común de las tormentas.
Tres rayos cayeron en Ucedo, que recuerde mi madre, en los años tan duros de la posguerra. El primero cuando ella solo era una niña de nueve o diez años y volvía a casa desde unos prados alejados del pueblo con una yunta de dos vacas y un arado sobre el lomo de los animales. Todavía no sé cómo se las apañó la pobre para izarlo ella sola.