Columna opinion

Ascensor social

El año de la pandemia se cierra con una estrella Michelín en el Bierzo. Una estrella, la del restaurante Muna, a los pies del Castillo de Ponferrada y en una calle con nombre de escritor, el omnipresente Gil y Carrasco, que pone a esta comarca en el mapa de la alta cocina. Habrá quien, si la vacuna permite levantar las restricciones a la movilidad, planifique un viaje a esta tierra fronteriza sabiendo que hay un restaurante excepcional donde darse un capricho. Y eso es una gran noticia para el turismo y para la hostelería del Bierzo, muy castigada en este otoño tan gris.

El año de la pandemia, y esta es la otra cara de la moneda, se cierra con un treinta y tres por ciento más de familias en las colas del hambre de Cáritas en la comarca. Y el dato que más tristeza produce se esconde en el perfil de aquellos que ya pedían ayuda antes de la pandemia y que este año están mucho peor. Pobreza crónica y analfabetismo, convertidos en un bucle del que es imposible salir. Personas que apenas saben escribir y que no comprenden lo que leen, que necesitan ayuda para rellenar un formulario y solicitar el ingreso mínimo vital en pleno siglo XXI. Gente que vive en la cuneta de la sociedad. Ya no hablamos de la brecha digital, sino de algo mucho más profundo.

El año de la pandemia también ha sido el año del centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós y del nacimiento de Miguel Delibes. Dos grandes de la literatura realista que denunciaron en sus novelas la España desigual. Fortunata y Jacinta, de Galdós, o Los santos inocentes, de Delibes, son historias que atrapan una época.

Y está claro que hay quienes viven adelantados a su tiempo, quienes innovan y nos hacen crecer, tienen talento y encuentran la forma de desarrollarlo, y quienes viven en un tiempo pasado. Un tiempo de miseria y oscuridad, que alargan la vigencia de algunas novelas de Delibes y Galdós. Si algo nos han enseñado las dos últimas crisis es que el ascensor social, el elevador que nos trasladaba del pasado a la innovación, se ha detenido para mucha gente. Y ni siquiera una titulación universitaria garantiza un empleo que no sea precario.

«Las estrellas para quien las trabaje» es una frase muy golosa del poeta Juan Carlos Mestre. Y el trabajo, por lo que parece, para quien encuentre las escaleras.

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