Columna opinion

Los ancianos siderales

El Cavernal es una casa de misericordia, un asilo ruinoso a las afueras de la ciudad donde alojaron a los ancianos de Breza después del incendio que les dejó sin residencia. O quizá un aerolito desprendido de la estratosfera. En El Cavernal hay un corredor de la Ausencia y otro de la Colación. Un patio de la Convalecencia, un pozo artesiano y una torre extraña. Luis Mateo Díez, el escritor de Laciana, ha visitado los pasillos de ese edificio decrépito en más de una ocasión y advierte de que es un refugio peligroso. Un lugar que procede de la Desamortización de los bienes de la Iglesia y que parece a punto de derrumbarse en cualquier momento, como las personas que envejecen detrás de sus paredes.

En El Cavernal, un espacio interior salido de una fábula delirante, proliferan los seres misteriosos, dice Luis Mateo, y conviven cabezas mansas y volátiles junto a «coraceros» que se amotinan porque no aceptan las humillaciones de la vejez, que nos apaga poco a poco. Y allí, en el asilo decadente de la ciudad de sombra, no lejos de los paisajes abiertos de Celama, ocurren una serie de sucesos insólitos —¿acaso hay seres que nos observan más allá de las estrellas?— que convierten a la institución en el centro de una investigación policial.

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