Berlín 1945, el último estertor del imperio nazi

El río Spree parecía un estercolero de ceniza. Toda la inmundicia de la guerra se deslizaba por el cauce de aguas sucias, en busca del mar. De día, las temibles fortalezas volantes de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos bombardeaban la ciudad moribunda. De noche, eran los Lancaster y los Halifax de la RAF los que se vengaban del Blitz sobre Londres, de los ataques a las ciudades industriales de Inglaterra y a las localidades turísticas de la costa del sur. Todo para derrumbar la moral de la población.

Y ahora las tornas habían cambiado. Berlín era un cadáver; el del régimen nazi en plena descomposición. El Ejército Rojo comenzaba a cercar la capital. El eco de las violaciones que sufrían las mujeres alemanas a su paso había llegado hasta el corazón del Imperio de los Mil Años, tan frágil, y las muchachas preferían perder la virginidad con un desconocido en los parques, siempre que fuera alemán.

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