Polvo de estrellas
Elvis Presley y Gene Vincent se encontraron por casualidad en la vieja estación de Pensilvania de Nueva York. Y fue como si dos cometas se rozaran en el cielo.
Elvis ya era una estrella del rock, estaba en su momento más dulce, y venía de grabar uno de aquellos programas de televisión donde se contoneaba de forma escandalosa: El show de Steve Allen. Con él traía un osito de peluche gigante, un regalo infantil de su manager, el inevitable coronel Parker, que tanto le exprimió.
Gene Vincent, el cantante cojo de Norfolk, Virginia, (había sufrido un accidente de moto unos años atrás) era la nueva sensación del rock y todas las emisoras de radio pinchaban en aquellos días su canción ‘Be-bop-a-lula’, un exitazo. En Capitol Records estaban convencidos de que habían encontrado al nuevo Elvis. Se movía como él, a pesar de su cojera, engolaba la voz igual que el Rey y era fácil confundirlos. ‘Be-bopa-lula’ parecía un tema de Elvis.